Fujimori y el mito del “progreso económico”





Corrupción y saqueo de los fondos del Estado son las perlas que dejó el gobierno del reo Alberto Fujimori.

Pero las cifras, esa evaluación inobjetable de la estadística, dejan materialmente sin piso al movimiento político sin patria del ciudadano japonés Alberto Fujimori y de su candidata presidencial, Keiko Fujimori.

Las cifras ponen en duda el proclamado éxito económico del gobierno Fujimorista, en este artículo que recuerda lo que fue aquel régimen, que pretende retornar maquillado y con el apoyo de los sectores más retardatarios de la sociedad.

Durante once años el Fujimorismo actuó descaradamente destruyendo la reserva moral del país con el uso de la mentira, la compra-venta de voluntades, y la distorsión y manipulación premeditada, concertada y brutal de la realidad.

Para ello utilizó periodistas (muchos de ellos todavía en circulación y hoy convenientemente reciclados), cómicos, ídolos del balompié nacional, conductores de talk-shows, políticos de “oposición”, empresarios “nacionales” y militares “patriotas”.

Luego de una década, los personajes que tejieron la más execrable red de corrupción en la historia del Perú republicano, encabezados por la candidata presidencial Keiko Fujimori -quien enfrentará a Ollanta Humala en la segunda vuelta electoral-, han regresado sin pudor a los mismos medios de expresión que durante once años de oprobio bajo el régimen criminal de Alberto Fujimori, se convirtieron en el mejor instrumento de publicidad del dictador,

Así, la excongresista Luz Salgado -agente conocida del Fujimorismo y candidata al Congreso por Lima con el número 16 por Fuerza 2011-, encaramada en la tribuna ofrecida por una radio local y por su director, sintomáticamente acrítico durante la emisión de ese programa, ha sostenido, con desparpajo y siguiendo el negro y mendaz libreto de su candidata presidencial, que Alberto Fujimori tomó “decisiones difíciles” en “momentos difíciles” y que el sátrapa habría sido el artífice del “progreso económico” del país.

Leyenda
A su turno el inefable Carlos Raffo -requerido por el Poder Judicial por recibir dinero del delincuente Montesinos (mandato judicial que hasta la fecha no se materializa debido a la inmunidad parlamentaria de que goza Raffo, gracias al apoyo político de sus socios del PAP)-, viene repitiendo la misma monserga en una apología ignorante cuyo propósito es vendernos la misma especie de un sátrapa repentinamente deificado y convertido en gestor del “progreso económico” del país.

La leyenda, el mito del “progreso económico” es la estrategia que ha utilizado el Fujimorismo canalla en campaña millonaria para limpiar la cara culpable del frustrado candidato al senado japonés y empequeñecer aquellos “errores” en que incurrió el dictador al ejercer la presidencia del Perú.

“Errores” que el Fujimorismo (y probablemente sus aliados en la sombra, el presidente Alan García Pérez y el actual vice-presidente, Luis Giampietri) denominan “excesos justificables”, mientras el Código Penal de los países de todo el mundo y la doctrina universal del derecho criminal tipifican esos “excesos justificables” como “delito”.

Porque para el Fujimorismo mendaz, que busca astutamente su reposicionamiento impune en la política nacional tomando el poder a través de su candidata Keiko Fujimori, hija y defensora a raja tabla del tirano, la supuesta conquista del “progreso económico” bajo la conducción autoritaria de Fujimori, es la carta de justificación y redención del sátrapa contra los delitos que cometió durante su mandato.

Para ellos pesa más en la balanza de su “moral política” el supuesto “progreso económico” del país bajo el régimen brutal de su líder, que las vidas de hombres, mujeres y niños, víctimas inocentes de un delincuente y rufián disfrazado de presidente del Perú.

Las cifras
Pero las cifras, esa evaluación inobjetable de la estadística, dejan materialmente sin piso al movimiento político sin patria del ciudadano japonés Alberto Fujimori y de su candidata presidencial, Keiko Fujimori.

Así, en materia de crecimiento económico, entre 1991 al 2000 el crecimiento nominal del país sólo alcanzó un 3.6%, es decir -y tomando como referente la administración constitucional más tumultuosa en términos parlamentarios-, comparativamente igual al promedio alcanzado por Fernando Belaúnde Terry en su primer mandato, sin Montesinos y sin peruanos ejecutados en la Cantuta; mientras que la tasa de crecimiento per cápita, es decir el mejor valor para medir el desarrollo económico real del país, llegó durante el mismo período, 1991-2000, a la magra cifra de 1.9%.

Y mientras los señores Montesinos, Hermosa Ríos, Joy Way y los más cercanos colaboradores del nipón se llenaban alegremente los bolsillos con dinero del país, como se ha probado con las gruesas cuentas bancarias que les fueron ubicadas en el extranjero, tal vez los fondos producto de las privatizaciones escandalosas y que se hicieron humo, cuatro mil empresas peruanas terminaron en la quiebra, miles de compatriotas se vieron desocupados y bajo un nuevo régimen laboral salvaje y condenado por la OIT, mientras que el nivel de pobreza del Perú, según la CEPAL, permaneció, durante once años de satrapía e impunidad casi sin variación alguna a los niveles que alcanzó el país desde 1970.

Y si tomamos como referente el nivel de pobreza en 1995, que fue de 47.8%, el Fujimorismo renunciante vía fax dejó en el 2001 siete puntos porcentuales de más miseria y hambre en el Perú, es decir 54.8%.

Once años de crímenes y corrupción que tampoco le significaron al Perú, en lo económico, un cambio histórico de su persistente modelo primario de exportación; por el contrario, la dependencia de nuestra economía a la variación del precio de nuestros productos en el mercado internacional fue el triste espectáculo que dominó el gobierno del “nuevo tigre” sudamericano, que juró transformar el país con “honradez, tecnología y trabajo”.

“Chinochet”
Los números terminan pues, por disolver -señora Keiko Fujimori, señora Luz Salgado, señor Carlos Raffo-, no solamente al Fujimorismo asesino de la democracia y los derechos humanos del Perú, hoy condenado a prisión por la fuerza moral de la opinión pública, sino también la mitología del “progreso económico” bajo un régimen que fue ladrón y criminal y que reprodujo más pobreza y miseria en el país.

Finalmente, se quejan la señora Fujimori, Salgado y Raffo que algunos peruanos comparan a Alberto Fujimori con Augusto Pinochet. Recuerden los encubridores de los crímenes del régimen más oscuro de la historia del Perú, que fue el propio nipón quien se autotituló públicamente “Chinochet”, haciendo él mismo un paralelo exacto con la triste figura culpable de un personaje que asesinó y ejecutó seres humanos inocentes por el pecado de combatirlo políticamente.

Por ello, frente al nuevo panorama electoral que tiene como uno de sus protagonistas principales a la candidata presidencial Keiko Fujimori, fuerza es ratificar que ella y su movimiento político, auspiciado por su padre y sus más cercanos colaboradores, representan no solamente más de diez años de corrupción, rapiña, muerte e impunidad, sino también la propuesta política y económica de Alberto Fujimori, que hundió a la patria en la miseria y el hambre y cuyos seguidores, asalariados y sin vergüenza, pretenden hoy redimirlo con el título mendaz de “artífice del progreso económico del Perú”.

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